domingo, 22 de diciembre de 2013

A Rosa Montero/ De Rosa Montero: La ridícula idea de no volver a verte.


Esta semana he empezado a leer un libro de Rosa Montero que tenía anotado desde su publicación (Marzo 2013) en mi lista mental de textos pendientes: La ridícula idea de no volver a verte. Entonces, había transcurrido ya casi un año desde que murió mi amiga María. Aún así, hasta ahora no había sido capaz de enfrentarme siquiera al título de ese texto, que tanto me apetecía leer, y mucho menos al golpe brutal de tener que aceptar la idea definitiva de no volver a ver a mi amiga nunca más.

La semana pasada su veloz lomo blanco se cruzó conmigo cuando buscaba en una estantería un libro para mi hija. Y lo cogí.
 
Para mi sorpresa, descubrí que el libro cruza la reflexión personal de la autora con la biográfica sobre una experiencia similar, la muerte de su marido, vivida por Marie Curie, la eminente científica. Querida Rosa, creo que hablar con el relato paralelo de un personaje cruzado ha sido un acierto, también para el lector; al menos para mí lo está siendo. Además, me estoy encontrando con numerosas #Coincidencias, cuyo origen está en la dedicación científica del matrimonio Curie al descubrimiento e investigación del polonio, el radio y la radioactividad.

El matrimonio Curie dedicó la mayor parte de su vida a la investigación de estos elementos. Siendo conocedores de los efectos negativos que el radio causaba, por ejemplo, en los animales, los Curie no tomaron ninguna precaución básica sobre su propia salud a la hora de manipular y trabajar con el radio o el polonio, algo que les condujo a sufrir muertes prematuras. (También a su hija Ève). Esto es algo que sorprende mucho a la autora y, presumo, que también al lector, que descubre en el caso narrado cómo y en qué grado a veces pueden convivir conocimiento científico e ingenuidad.
Cuenta Montero:
“Aunque no lograron el aislamiento del radio hasta 1902, el descubrimiento del nuevo elemento lo hicieron mucho antes. En el mismo 1898, al poco de empezar, en sólo unos meses de furioso trabajo, los Curie hallaron primero el polonio, cuatrocientas veces más radioactivo que el uranio, y poco después el radio, que, dijeron, era novecientas veces más radiactivo, aunque en realidad es tres mil veces más potente” (p. 102)
El descubrimiento sedujo a científicos y comerciantes y sus aplicaciones pronto pudieron verse concretadas en distintos tipos de productos: medicinas, cosméticos y otros, defendidos por unos y otros, para asombro, por ejemplo, de Bernard Show –quien dijo:
“El mundo se ha vuelto loco con el tema del radio; ha despertado nuestra credulidad exactamente igual que las apariciones de Luourdes despertaron la credulidad de los católicos” (p. 104)

Pierre y Marie padecieron las secuelas físicas de la radiación. Recoge Montero:
“Pobres Curie: estaban siendo peloteados con diagnósticos y tratamientos absurdos, y para peor, como a veces pasa cuando los doctores ignoran lo que tiene el paciente, estaban empezando a echarle la culpa al propio enfermo (esto me recuerda lo que sucede hoy con la sensibilidad química o la fibromialgia) (Añado yo: y con la electrosensibilidad. Todos nosotros nos hemos sentido así.).”
(Escribe Pierre): “He sufrido varios ataques nuevos y la menor fatiga los dispara. Me pregunto si seré capaz de volver a trabajar seriamente en el laboratorio algún día en el estado en el que ahora me encuentro.” (p.112)

Querida Rosa, ¿no podría ser fibromialgia?
Al final, lo que destapó el caso fue que un millonario murió y hubo un escándalo. A colación de todo ello, se pregunta la autora:
¿No te inquieta pensar cuál será hoy nuestra radiactidad autorizada, qué sustancias legales nos estarán matando estúpidamente?

Querida Rosa, además de la intoxicación química alimentaria diseñada para pobres y clases "medias", la radioactividad autorizada hoy a escala planetaria es la contaminación electromagnética, la llamada plaga del s.XXI, que se calcula que en pocos años afectará al 50% de la población. 
Al igual que entonces, hoy estamos completamente ciegos, o más bien cegados, por los múltiples beneficios de todo lo smart, sin reparar en absoluto en los perjuicios asociados, los perjuicios que también hoy nos sobrevienen de forma invisible a través de ondas y campos electromagnéticos. 

Querida Rosa: los electrosensibles nos enfrentamos todos los días a ridículas ideas: la ridícula idea de no volver a salir, a bailar, a pasear, a ir de compras, a ir a un concierto, a ir a una manifestación, a charlar en un bar, en un museo, la ridícula idea de no poder trabajar, (en nuestra país) la ridícula idea de no encontrar un médico, de tener la culpa por encontrarnos así, la ridícula idea de estar refrendados por toda la literatura científica independiente, pero desatendidos por todas las instituciones políticas y médicas de nuestro país.
Las cosas más ridículas más pequeñas son muchas veces las que mas duelen. Esta semana, en concreto, la ridícula idea de no poder ver a mi hija actuar con su escuela de música, la ridícula idea de dejarla en la puerta, volver corriendo a casa, y regresar a la salida (y ya por eso encontrarme mal).

No sé si los electrosensibles de poca renta tendremos la suerte de que se produzca un escándalo tras la muerte de algún millonario, o de su hijo (los niños son 5 veces más vulnerables que los adultos) por este tipo de contaminación antes de que se cumpla ese dato y que ese escándalo tenga fuerza suficiente para modificar las actuales leyes, leyes que están lejísimos de la ingenuidad del matrimonio Curie y que hoy contravienen numerosos informes y llamamientos científicos internacionales sobre los perniciosos y peligrosos efectos que la contaminación electromagnética tiene para la salud de toda la población.

Querida Rosa, con un enorme abrazo, aquí le dejo un #Imprescindible nada ridículo: "el llamamiento de París 2009 (apenas 4')
Muchas gracias por su trabajo.

https://www.youtube.com/watch?v=1i5DYXAURo0
 

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