viernes, 1 de abril de 2016

Belpomme y los biomarcadores para la EHS

LA CIENCIA SE ABRE CAMINO, DOMINIQUE BELPOMME SISTEMATIZA EL USO DE BIOMARCADORES PARA LA ELECTROHIPERSENSIBILIDAD 

En el pasado se apelaba a dios o a los demonios para explicar la enfermedad. Poco a poco el conocimiento de la fisiología del cuerpo y de los procesos bioquímicos fue relegando este acercamiento esotérico a la enfermedad.

En el caso de la enfermedad mental la alusión al componente moral o religioso se fue retirando con mayor dificultad. El aspecto del desequilibrio químico en la enfermedad supuso un factor objetivo para la explicación y el abordaje terapéutico que no siempre pudo resolver las cosas.

El conocimiento de la enfermedad siempre ha sido una cuestión compleja. Paradójicamente lo que supuso un avance al otorgar la categoría de enfermos mentales se puede acabar convirtiendo en una negación al poner el énfasis en los aspectos psicológicos de la enfermedad. Lo que supuso un avance para la comprensión material de la enfermedad por medio de la caracterización bioquímica puede ser un obstáculo al limitar la enfermedad a los procesos física o químicamente detectables.

Se hizo viral en fechas no muy lejanas el cuestionamiento del TDAH como una enfermedad inventada que se movía dentro de la tendencia a la psiquiatrización de toda conducta fuera de la norma y de los intereses de la industria farmacéutica de vender nuevos productos para “nuevas” enfermedades.

Sin embargo la crítica al TDAH basada en unas declaraciones de cuestionable traducción de uno de sus descubridores no significaban que el TDAH no tuviera criterios clínicos suficientemente establecidos, sino que había que ser prudentes a la hora de diagnosticar conductas incómodas o tratar de buscar las soluciones en la psicofarmacología en vez de en las intervenciones psicosociales [1].

Uno de los redactores del DSM IV se sumaba a las denuncias a la industria farmacéutica por influir a la profesión médica para categorizar y diagnosticar enfermedades que se tratarían mediante medicamentos [2].

Las denuncias a la industria farmacéutica van desde la inoperatividad de sus productos como hasta la peligrosidad de los mismos, que según investigaciones serían una de las más importantes causas de muerte [3].

Valgan los anteriores comentarios para ilustrar la dificultad de la situación en la que nos encontramos, donde la búsqueda de variables objetivas no siempre es el camino seguro para establecer una enfermedad.

La no existencia de biomarcadores químicos puede no ser un criterio para negar enfermedades nuevas, complejas o desconocidas. Sin embargo la ciencia se apoya en teorías y va sumando evidencias hasta alcanzar un consenso plausible para determinar sus clasificaciones. En el caso de la electrohipersensibilidad hasta la fecha nos hemos movido principalmente en el terreno del diagnóstico por medio de entrevista, tal como aconseja para esta patología el colegio de médicos de
Austria en sus directrices para enfermedades relacionadas con los campos electromagnéticos [4].

Al respecto de las dudas en relación al carácter psicológico de la electrohipersensibilidad nos encontramos con que el hecho de que esta enfermedad se desarrolle independientemente del conocimiento por parte de los afectados de las exposiciones a los campos electromagnéticos descarta la hipótesis nocevo [5].

La ausencia de una teoría consistente para el carácter psicológico de la electrohipesensibilidad convierten a estas aproximaciones terapéuticas en fatales para las personas afectadas, que necesitan la compresión del entorno y como primera medida la reducción de los campos electromagnéticos a los que están expuestos.

Sin embargo si hablábamos de la dificultad para encontrar un principio rector como guía para estas problemáticas podemos destacar algunas claves. Si hay ausencia de una teoría psicológica consistente y los afectados niegan unánimemente el carácter psicológico de su enfermedad podemos avanzar coherentemente en la línea de que se trata de un trastorno fisiológico ante los campos electromagnéticos. Como diría el detective “sigue el rastro del dinero”. Si la hipótesis de que los enfermos tienen que ser capaces de identificar los campos electromagnéticos en experimentos de provocación ha sido cuestionada como método para elucidar la electrosensibilidad [6] y los principales estudios de provocación han sido financiados por la industria [7] de telefonía sin cumplir unas condiciones básicas [8] que permitan a los electrosensibles demostrar su capacidad para reconocer los campos electromagnéticos [9], si porcentajes superiores al 20% de estudios con indicios de capacidad de los electrosensibles de reconocer los campos electromagnéticos han sido considerados como la prueba de la no existencia de la electrosensibilidad como trastorno orgánico, podemos concluir que los estudios subjetivos de provocación son una línea de trabajo emponzoñada para determinar la electrohipesensibilidad.

A pesar de la situación de negación auspiciada por la industria de telefonía y sustentada por los medios de comunicación, hay infinitud de investigaciones científicas que demuestran los efectos biológicos para los campos electromagnéticos de los modernos sistemas de comunicación inalámbrica [10]. Diversos estudios han relacionado la cercanía a las antenas de telefonía con síntomas propios de la electrohipersensibilidad [11].

Paralelamente al mayor conocimiento de los efectos de los campos electromagnéticos en organismos vivos, en ese esfuerzo por encontrar las variables objetivas van apareciendo investigaciones que apuntan cuales pueden ser esos biomarcadores para identificar la electrosensibilidad [12].

Recientemente hemos tenido acceso a la última investigación publicada por Dominique Belpomme, del Instituto del Cáncer de Paris, que desde 2009 viene utilizando en pacientes electrosensibles un compendio de pruebas relacionadas con efectos biológicos de los campos electromagnéticos. En su investigación publicada en Reviews on Enviromental Health en 2015 Belpomme da cuenta de diversos biomarcadores que sirven como criterio objetivo para el diagnóstico de la EHS y SQM que son caracterizadas como un tipo de desorden común. Tras investigar 1216 casos Belpomme determina que cerca de un 40% de pacientes tienen un incremento de histamina como indicador de procesos inflamatorios, un 28% tiene un incremento de nitrotirosina –nitrotyrisin- como indicador de stress oxidativo y apertura de la barrera hematoencefálica –BBB-, un 23% tienen un incremento de anticuerpos circulantes anti O-mielina –O-myelin- indicando respuesta autoinmune, un 33% tiene un incremento de proteínas de stress Hsp 27 y Hsp70, así como un descenso en todos los casos de melatonina en orina asociado al insomnio y la fatiga. 

Carlos Álvarez Berlana


 

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