ELECTROSENSIBILIDAD
Investigadores
destacados en bioelectromagnetismo como Henry Lai en su revisión de estudios
sobre los efectos de las torres celulares de 2010 o Magda Havas en su estudio
sobre efectos de las tecnologías inalámbricas de 2013 nos cuentan que tenemos
constancia de casos de electrosensibilidad desde la década de los años 50. La
entonces denominada enfermedad por radiación de radiofrecuencia o Síndrome de
microondas surgió entre los operadores militares tras la utilización del radar
de largo alcance. Los síntomas que incluyen dolor de cabeza, fatiga, mareos,
trastornos del sueño, tumores, anormalidades reproductivas, cardiovasculares,
depresión, irritabilidad y deterioro de la memoria según Johnson-Liakouris en
1998 están bien descritos en el estudio realizado por Lilienfield en el año
1978 para el Servicio exterior de salud con datos entre 1953 y 1976 que tenía
como finalidad determinar los efectos en la salud después de saberse que la
embajada de los EEUU en Moscú había estado siendo irradiada sistemáticamente con
microondas. Según Lai los síntomas detallados por Lilienfield son idénticos a
los de Santini en 2002, Navarro en 2004 o Abdel-Rassoul en 2007, considerando
que las características de la radiación detectada en la embajada
estadounidense, con frecuencias moduladas entre 0.6 y 9.5 Ghz y exposiciones de
bajo nivel de 6 a 8 horas por día con un tiempo medio de exposición de 2-4 años
son equiparables a las que recibimos de manera habitual en la actualidad, que
por tanto el estudio Lilinfield es asimilable a los estudios realizados sobre
síntomas de salud en las cercanías de las torres celulares y que hay una base
consistente que caracteriza el cuadro de síntomas de la electrosensibilidad.
Las
investigaciones y los informes sobre problemas de salud ocasionados por
telecomunicaciones de alta frecuencia a partir de la década de los años 60 se
fueron multiplicando. Según menciona Brodeur en su trabajo de 1977 “The zapping
of america: microwave, their deadly risk and the cover-up” en 1971 aparece el
primer informe del Programa de control de polución electromagnética en el
medioambiente de la Oficina de Política en las telecomunicaciones de los
Estados Unidos sobre los efectos de los campos electromagnéticos en el que se
alerta respecto al riesgo del uso creciente de tecnologías con microondas. Hace
unos meses tuvimos acceso a una revisión de Karl Hecht de 878 investigaciones
rusas entre los años 1960 y 1997 realizada para el Programa alemán de
investigación en telecomunicaciones en la que se demuestra que la radiación por
microondas es causa de múltiples patologías y trastornos no específicos. El
informe de la investigación de 120 páginas desapareció de los archivos de la
Agencia federal de comunicaciones que lo había encargado.
Con el
incremento de exposición electromagnética de la población consecuencia del
desarrollo de infraestructuras eléctricas, de redes de radio y televisión,
mayor acceso a electrodomésticos, de manera destacada el uso creciente de
monitores de computador y especialmente la llegada del teléfono móvil, el
fenómeno de la electrosensibilidad salta del ámbito profesional militar a la
población en general. Según expone George Carlo, el WTR –Wireless Tecnology
Research- en la década de los noventa contacta con cientos de personas que
manifiestan padecer síntomas físicos tras el uso del teléfono móvil y la
conclusión tras las investigaciones es que las alteraciones físicas son reales.
En 2001 la IARC –Agencia internacional para la investigación del cáncer-
clasifica los campos magnéticos procedentes de redes eléctricas como
posiblemente cancerígenos sobre la base de un aumento estadístico del doble de
riesgo de leucemia en intensidades superiores a 0.4 µT (microteslas). En 2002 un grupo de científicos, entre
los que se encontraban los presidentes de la sociedad Bioelectromagnetics Carl
F. Blackman y Martin Blank, tras la Conferencia internacional acerca del estado
de la investigación sobre campos electromagnéticos celebrada en Catania, hacía
pública una Resolución en la que declaraban que existen mecanismos que explican
de manera plausible efectos que los estudios epidemiológicos y experimentales
demuestran que pueden ser adversos y que ocurren por debajo de los límites
actuales de ICNIRP -International Commission on
No-Ionizing Radiation Protection- e IEEE –Institute of Electrical and
Electronics Engineers-. En 2003 un estudio del gobierno holandés sobre
afecciones de salud y alteraciones cognitivas realizado por Zwaborm y Vossem en
el Laboratorio de física y electrónica TNO destaca alteraciones en la memoria,
atención visual y tiempos de reacción, así como modificaciones en el
sentimiento de hostilidad y disminución en la sensación de bienestar en los
sujetos expuestos a emisiones GSM y UMTS. En 2004, además del proyecto Reflex
que constata daños en el ADN de las células expuestas a campos
electromagnéticos dentro de los límites legales, aparecen estudios
epidemiológicos sobre las poblaciones de la Ñora en España, en Netanya de
Israel y Naila de Alemania que demuestran un aumento de síntomas de salud –asimilables
a los síntomas de la electrosensibilidad- en las cercanías de las antenas
celulares. En una revisión sistemática realizada por las universidades de
Basilea, Berna y Bristol por Huss, Egger, Hug, Huwiler-Muntener y Roosli sobre
fuentes de financiación y resultados de los estudios se concluye que el 68% de
los estudios publicados entre 1995 y 2005 establecen que la exposición a los
CEM -campos electromagnéticos- puede afectar a la salud.
La OMS
aborda la cuestión de la electrosensibilidad en el 2005. A pesar de los
múltiples estudios sobre efectos nocivos de los campos electromagnéticos la
posición de la máxima autoridad mundial sanitaria es la de que no existe
relación demostrada entre los síntomas de la electrosensibilidad y las
exposiciones a campos electromagnéticos. De manera relevante tenemos que
destacar los trabajos del Comité nacional ruso para la protección frente a la
radiación no-ionizante –RNCNIRP-, que fundado en 1997 y participando dentro del
Proyecto CEM de la OMS reiteradamente alerta sobre distintos problemas de salud
como procesos autoinmunes y denuncia el planteamiento termalista de la ICNIRP
asumido por la OMS por no proteger adecuadamente la salud. La posición de la
OMS sobre la electrosensibilidad, que no ha variado hasta la actualidad,
proviene de un taller realizado en Praga en 2004 dirigido por Michael Repacholi
y con Anders Alhbom como responsable de epidemiología. Repacholi abandonó la
OMS en 2006 después de saberse que el Proyecto CEM de la OMS que encabezaba
había estado recibiendo financiación irregular procedente del Mobile
Manufactures Forum –MMF- a través de un hospital en Adelaida. Pocos meses
después de dejar el cargo Repacholi testificaba ante el consejo designado por
el Estado de Connecticut a favor de los trazados de líneas de alta tensión
propuestos por la Connecticut Light Power y la United Iluminated Company.
Anders Alhbom, fue excluido del panel de la IARC en 2011 al hacerse público que
pertenecía al consejo de administración de la empresa de su hermano -Gunnar Ahlbom
AB-, una consultoría que tenía contratos con Ericsson. De ese taller de Praga
se trató de dejar fuera a Olle Johasson, que finalmente logró asistir aunque
sus trabajos no fueron tenidos en cuenta.
En el
debate acerca de la condición real de este problema de salud se suelen esgrimir
los estudios subjetivos de provocación como la prueba de la no existencia de la
electrosensibilidad. Expertos en bioelectromagnetismo como Andrew A. Marino en
su estudio de provocación de 2011, en el que demuestra la capacidad de un
sujeto electrosensible de distinguir los CEM, precisan que el afectado puede
experimentar alteraciones y no ser capaz de reconocerlas o atribuirlas y que
por lo tanto no es lo mismo padecer electrosensibilidad que poder distinguir
los campos electromagnéticos en unas condiciones experimentales. El
investigador más citado desde la posición de negación de la electrosensibilidad
es James Rubin, que ha realizado revisiones de estudios y estudios subjetivos
de provocación. A pesar de que en sus revisiones de estudios encuentra un
porcentaje de estudios que demuestran la capacidad de los electrosensibles para
reconocer los CEM, como la realizada en 2005 para el Departamento de móviles de
la Escuela de psiquiatría del King´s collage de Londres, en la que hay un 23%
de estudios con indicios que demuestran la capacidad de los electronsensibles
para distinguir los CEM -cifra que supera el 50% en una revisión anterior
realizada por otros autores según se cita en el propio trabajo-, Rubin
considera que o los resultados no son significativos o que los experimentos en
los cuales los electrosensibles demuestran su capacidad de reconocer los CEM
lamentablemente no reúnen las condiciones adecuadas y concluye que la
electrosensibilidad es un trastorno psicosomático. Los estudios de provocación
realizados por Rubin han sido considerados muy dudosos por no cumplir
condiciones de aislamiento y por utilizar dispositivos que acoplados a la
cabeza emitían radiación aún en la situación de apagado. Rea en un estudio de
provocación sobre un amplio abanico de síntomas que incluye somnolencia,
mareos, dolores de cabeza y variables somáticas como latido cardiaco y
respiratorias en el año 91 describe las dificultades de este tipo de
investigaciones con electrosensibles; la necesidad de un ambiente limpio
electromagnético y químico, los tiempos de recuperación después de las
exposiciones, la discriminación de los individuos reactivos al placebo y la
utilización de las frecuencias que producen mayor respuesta en cada individuo.
Tras seleccionar a 16 pacientes de entre 100 electrosensibles frente a un grupo
de control de 25 individuos Rea alcanza cifras del 100% de respuestas positivas
en afectados frente al 0% en el grupo de control. James Rubin que ha trabajado
como perito en la defensa de compañías de telefonía, además de por el diseño de
sus experimentos, ha sido criticado por estar sus investigaciones financiadas
por la industria de telefonía.
Tras la
aparición del primer Informe BioInitiative en 2007, una revisión de más de 2000
estudios sobre efectos de los campos electromagnéticos de alta y de baja
frecuencia dentro de los límites legales realizada por 14 científicos y
expertos en salud pública de universidades de todo el mundo se produce el
posicionamiento de la Agencia Europea de Medioambiente –AEMA- a favor de
aplicar el principio de Precaución y dos resoluciones del Parlamento Europeo en
2008 y 2009 pidiendo revisar los límites de seguridad para tener en cuenta las
nuevas evidencias científicas. El Informe BioInitiative que apunta la presencia
de proteínas de stress, el stress oxidativo y los daños en el ADN como los
mecanismos biológicos que explican las alteraciones ante la exposición,
constata un aumento de cáncer, alhzeimer y reacciones alérgicas y autoinmunes.
En su resolución de 4 de Septiembre de 2008 sobre la Revisión intermedia del plan de acción europeo sobre medioambiente y
salud 2004-2010 el Parlamento Europeo considera que los límites de
exposición para el público son obsoletos e insta a adaptar la normativa de 1999
a la evolución de las tecnologías, las recomendaciones de la AEMA y normas más
exigentes adoptadas en Bélgica, Italia o Austria, y a abordar la cuestión de
los grupos vulnerables como embarazadas y niños. En la resolución de 2009, Campos electromagnéticos: consideraciones
sanitarias el Parlamento Europeo pide que se revise el fundamento
científico y los límites de seguridad de la Recomendación 1999/519/CE, así como
el reconocimiento de la electrosensibilidad con la finalidad de garantizar una
adecuada protección e igualdad de oportunidades a las personas que la sufren.
En 2011 la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su resolución 1815 Peligros potenciales de los campos
electromagnéticos y sus efectos en el medioambiente pide reconsiderar la
base científica de las actuales normas de seguridad establecidas por la ICNIRP
que tienen graves limitaciones y prestar atención a las personas
electrosensibles afectadas por un síndrome de intolerancia a los campos
electromagnéticos.
Tras los
posicionamientos de la AEMA, del Parlamento Europeo y de la Asamblea
Parlamentaria del Consejo de Europa ningún país del entorno ha rebajado sus
límites de seguridad y a día de hoy el único país del mundo que reconoce la
electrosensibilidad como discapacidad funcional es Suecia, desde el año 2000. A
pesar del prestigioso panel en el que en sus diferentes actualizaciones han
participado 29 expertos de los cuales 10 son médicos, 21 doctorados, 3 master y
3 expresidentes de BEMS –Bioelectromagnetics Society-, BioInitiative ha sido
criticado por la falta de currículum de sus integrantes y organismos como el
Electric Power Research Institute –EPRI- lo han minimizado por la débil
evidencia epidemiológica y la ausencia de mecanismos explicativos plausibles.
Comités designados para evaluar el riesgo de las radiofrecuencias de
telecomunicaciones como el SCENIRH, instancias de salud públicas nacionales o
internacionales como la OMS han eludido sistemáticamente tomar en consideración
el informe.
La teoría
del carácter psicológico de la electrosensibilidad, especialmente la
expectativa negativa de respuesta o efecto nocevo tiene cierto número de seguidores
entre sectores cientifistas y tecnologicistas supuestamente bien informados.
Los médicos que la tratan, investigadores independientes y las asociaciones de
afectados de todo el mundo, sin embargo, afirman que se trata de una respuesta
fisiológica ante los campos electromagnéticos. Hemos de reconocer que la
investigación sobre este problema de salud aún tiene mucho camino por recorrer;
hay sin embargo una creciente evidencia sobre las alteraciones bioquímicas y
fisiológicas tanto en afectados como en la población en general ante los campos
electromagnéticos. Olle Johanson en su estudio sobre la electrosensibilidad de
2006 constata un aumento de mastocitos de la piel en personas electrosensibles,
cuyas observaciones realizadas en animales y en tejidos celulares descartan
según el investigador una explicación psicológica o psiquiátrica. Magda Havas
en su investigación de 2013 en la que afirma que la electrosensibilidad es
fisiológica, destaca alteraciones en la variabilidad cardiaca, formación
rouleaux –acúmulos de eritrocitos en la sangre-, así como alteraciones del
sistema nervioso autónomo caracterizadas por una activación del sistema
simpático y regulación a la baja del sistema parasimpático típicas de las
reacciones lucha-huída. Chiara de Luca en 2014 que postula una desintoxicación
celular deteriorada como precursora de procesos inflamatorios encuentra
mutaciones en las isoenzimas CYP2C9, CYP2C19 y CYP2CD6 del genotipo que pueden
identificar a los pacientes de Sensibilidad Química y electromagnética. Dominique
Belpomme en 2015 desarrolla una serie de pruebas para caracterizar la
electrosensibilidad y la Sensibilidad Química que incluye aumento de histamina
como marcador de procesos inflamatorios, aumento de nitrotirosina como marcador
de stress oxidativo, proteína SB100 como marcador de apertura de Barrera
Hematoencefálica –BHE-, proteínas de choque térmico -proteínas de stress- HSP70
y HSP27, anticuerpos anti O-mielina, y disminución de melatonina en orina.
A pesar de
la creciente evidencia de alteraciones producidas por los campos
electromagnéticos existe un número de profesionales y expertos que explican la
electrosensibilidad bajo el efecto nocebo. Erika Mallery-Blyte en su dossier
enviado al Comité económico y social europeo de 2014 con más de 200 referencias
considera que está probada la condición fisiológica y que no es válido el
efecto nocebo. Mael Dieudonné del centro Max Weber en su investigación de 2016
concluye que la hipótesis del efecto nocebo no es consistente ya que la
sintomatología aparece antes de que los sujetos sean conscientes de las
exposiciones. En la Declaración científica internacional sobre
electrosensibilidad y Sensibilidad Química Múltiple realizada tras el simposio
organizado por la Real Academia de Medicina de Bruselas en 2015 se considera
que el efecto nocebo no es una explicación válida pues hay marcadores
biológicos objetivos detectables en pacientes y en animales.
Ante toda
esta información científica que demuestra que la electrosensibilidad es un
trastorno fisiológico en respuesta a los campos electromagnéticos llama la
atención la insistencia de algunos profesionales en explicar el problema bajo
un punto de vista psicológico. Estos miembros de comités de salud, periodistas,
médicos sin experiencia directa con electrosensibles, o “expertos” en ciencia
descartan sistemáticamente toda información contraria a su punto de vista y
propugnan teorías psicológicas sin demostración que nunca han proporcionado
mejoría clínica a los afectados. Sabemos después de las filtraciones que se
produjeron y que les supusieron indemnizaciones millonarias que la industria
del tabaco contrató a científicos y profesionales de la información desde los
años 50 para decir que no estaba demostrado que el tabaco perjudicase la salud.
Tenemos ejemplos de la lucha de los lobbies como son en la actualidad los
ftalatos y el glifosato y más atrás en el tiempo el del amianto por defender
sustancias de demostrado daño para la salud. Recientemente durante su
liquidación se ha hecho público a través del Center for Media and Democracy que
la empresa carbonera Peabody estuvo financiando a toda una red de individuos,
científicos, ONGs y organizaciones políticas dedicadas a negar el cambio
climático. Estas posturas de apoyo ciego a la tecnología podrían considerarse
irracionales y ser explicadas como Sesgos de confirmación o bajo la categoría
de Disonancia cognitiva. Por otro lado, cabe pensar que detrás de la defensa a
ultranza de la inocuidad de los campos electromagnéticos y la calificación de
los electrosensibles como enfermos psiquiátricos por parte de algunos
profesionales de la información están los intereses económicos.
Carlos Álvarez Berlana
Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud
Artículo publicado en la revista: El viejo topo
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