lunes, 28 de noviembre de 2016

Pequeña teoría del smartphone. Jorge Riechmann

Jorge Riechmann (Profesor de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, es traductor literario, poeta y ensayista), ha publicado recientemente el libro ¿Derrotó el smartphone al ecologismo? Para una crítica del mesianismo tecnológico -que estoy deseando leer. La contraportada del texto nos ofrece ya un jugoso párrafo de presentación:

"Nos resulta más fácil aceptar el fin del mundo que el final del smartphone. Y es que como proclaman los gurús de Silicon Valley, la promesa redentora de una tecnología sin fisuras nos permitirá solucionar “todos los problemas del mundo”. El mesianismo tecnológico es la modalidad predominante que adopta hoy la ideología del progreso, sostenida en la ilusión de que la tecnociencia nos permitirá rehacer el mundo a nuestra imagen y semejanza. Las fuerzas de esta tecnolatría, como nos recuerda Jorge Riechmann, sueñan hoy con la velocidad de escape: cada vez más lejos y cada vez más rápido es la divisa de los cambios tecnológicos para escapar de los límites biofísicos y de la condición humana, banalizando los procesos de destrucción en curso. Estas desmesuradas ilusiones de sobrepotencia humana, magnificadas por los poderes de la razón, la tecnología y la ciencia, es lo que puede llamarse prometeísmo. Y este puede reconocerse en los experimentos de ingeniería social del nazismo y el comunismo como en la nueva eugenesia científica promovida por el “transhumanismo” y su búsqueda de la Superinteligencia, Superlongevidad y Superbienestar de nuestra especie. Este ensayo sostiene que tenemos que resisis frente a esas ilusiones nihilistas y someter a crítica nuestra propia razón utópica, reconstruyendo y construyendo para ello una racionalidad ecológica. Y ecologismo quiere decir, esencialmente, asunción de los límites."

Mientras llega el texto, nos quedamos con unos apuntes personales sobre el smartphone, esbozados en su blog tratarde.org, en los que el futuro título de este libro aparece como aformismo: pequeña teoría del smartphone.

Entrevista a Jorge Riechamnn con motivo de la publicación de este libro en el programa radiofónico: El Planeta de los Libros (pincha aquí). 


Pequeña teoría del smartphone[1]


1

Los problemas sociopolíticos se redefinen como cuestiones personales para condenar a la impotencia a los individuos aislados. Estamos dentro de un orden político-económico que organiza la competencia sin fin abajo, para preservar el dominio oligárquico (plutocrático) arriba… Y el internet distribuido –¡cada cual con su smartphone en las manos, cada cual, en realidad, en manos de su smartphone!— asegura mecanismos incomparablemente poderosos de disciplinamiento y control… que subjetivamente son vividos por la inmensa mayoría como un entorno de libertad.



2

“¿Cuántas cuentas de correo caben en tu mano?”, interroga la publicidad de uno de esos smartphones de cuya imprescindibilidad tratan de convencernos. Pero cualquier persona con dos dedos de frente, tras breve meditación, verá que un par de cuentas de correo pueden ser una ayuda, diez cuentas supondrán un engorro casi inmanejable, y cien cuentas una pesadilla a la que no querríamos ser condenados… Allí donde la lógica de maximización nos pierde, la lógica de suficiencia se ajusta a las medidas de lo humano. Se ajustaría, si quisiéramos esa otra forma de vivir, amar, prosperar.


No maximizar. (Ojo con el perfeccionismo, que siempre se venga.) Nunca tratar de maximizar.



3

Nada de intentar mantener el ritmo de las máquinas: es una trampa. Todo nos empuja a ello desde hace dos siglos, y es una trampa –no porque la máquina de vapor de Newcomen y Watt haya sido sustituida por el iPhone deja de ser una trampa.



4

Decía Einstein en un discurso en 1918: “Creo con Schopenhauer que uno de los motivos más fuertes que conducen al ser humano al arte y a la ciencia es la huida de la vida cotidiana, con su rudeza dolorosa y su desesperada monotonía; y de los brazos de los propios deseos siempre cambiantes. (…) Una naturaleza bien equilibrada ansía huir de la vida personal para adentrarse en el mundo de la percepción y los pensamientos objetivos”.[2] Casi un siglo después, vemos que la huida de la vida cotidiana en lo que tiene de ruda y monótona ha sido inmensamente facilitada por el aparatín milagroso que todo el mundo tiene ya en el bolsillo. ¡Alabadas sean las TIC! Eso sí, ningún auxilio nos proporcionan estos nuevos teléfonos móviles contra el otro gran motivo de desasosiego que menciona el gran físico judío alemán: el caos de los deseos siempre cambiantes se ve más bien alimentado por el flujo incesante de datos.



No sabemos soportar la soledad y el aburrimiento: es el problema de la “habitación de Pascal” sobre el que ya hace tiempo llamé la atención… (Jorge Riechmann, La habitación de Pascal, Catarata, Madrid 2009). Creo que esa incapacidad es la razón de fondo que explica cómo el smartphone se ha convertido en el miembro más imprescindible del cuerpo humano, tan poco tiempo después de comenzar a comercializarse. Y así, para preservar el internet móvil mercantilizado que nos promete constante distracción y compañía, así, para salvar ese perverso orden de prioridades, devastaremos la biosfera y destruiremos el mundo humano.



5

Como nos resulta (parafraseando a Frederic Jameson) más fácil imaginarnos el final del mundo que el final del smartphone, la devastación de la biosfera –y con ella la autoaniquilación del ser humano— va a proseguir hasta sus últimas consecuencias (o quizá –si hay mucha suerte— sólo hasta las penúltimas…). No es una fatalidad –depende de lo que hagamos y dejemos de hacer, y somos animales con libre albedrío—, pero es lo que desgraciadamente va a suceder. Me impresionó el punto de vista sobre internet y la cultura humana del ecólogo de la Universidad de Florida Mark T. Brown.



6

Hay formas de colapso ecológico-social que parecen mejores que algunas trayectorias de –cierta– sostenibilidad. Si uno piensa, como decía el profesor Mark T. Brown en Valencia el pasado mes de octubre,[3] que internet es lo más valioso que ha creado el ser humano, entonces estará dispuesto a construir centrales nucleares para que la World Wide Web pueda seguir activa en un mundo de recursos escasos (nuestro mundo en el Siglo de la Gran Prueba). Parece difícil concebir una sociedad en esas condiciones que no esté fuertemente militarizada… En fin, ¡un futuro fuertemente distópico! Algunas formas de colapso, si discurrieran sin demasiada violencia, resultarían claramente preferibles.



7

La tecnociencia sigue alimentando su sueño de dejar atrás la biosfera y la condición humana (deseo de ser alienígena –tan potente en el alma del ser humano, como sabemos desde Platón y los gnósticos –hoy actualizados en la Fundación Mars One, que se propone organizar la primera expedición a Marte, o por Ray Kurzweil con su fe en la Singularidad). El capitalismo sigue también nutriendo su fantasía de beneficios infinitos gracias al crecimiento económico ilimitado (a pesar de desplegarse en un planeta finito dotado de recursos naturales limitados). Y la alianza entre capitalismo y tecnociencia se estrecha, en perjuicio del ser humano (de todos los seres vivos): asistimos con entusiasmo a la universalización delsmartphone (y pronto de las googleglasses), a pesar de que se trata del sistema de control social más denso y profundo que jamás se pudo soñar… El resultado, perfectamente previsible, son sociedades destruidas en ecosistemas devastados: un ecocidio acompañado de genocidio, preprogramado para la segunda mitad del siglo XXI, y en cuyos inicios ya estamos.



8

En una entrevista en eldiario.es, en diciembre de 2014, se preguntó a Yayo Herrero: “¿Se puede construir un discurso mayoritario con esta base [ecologista]?” Y la ex coordinadora confederal de Ecologistas en Acción contestaba: “Estoy convencida de que sí”.[4]



Florent Marcellesi tenía más dudas: “A mí me gustaría tener tanta convicción en nuestra capacidad de ser mayoritarios pero, la verdad, necesito algo más, tanto teórico como empírico, para creérmelo”, escribía en un correo electrónico. “¿Es posible conectar de forma masiva el imaginario ecologista con el imaginario colectivo real-actual? O ¿quizás nuestro objetivo ya no es cambiar a las masas sino prepararnos desde comunidades pequeñas al colapso o a los puntos de inflexión que sin duda aparecerán en los años venideros?”[5]



Probablemente las dudas del co-diputado verde en el Parlamento Europeo manifiestan una apreciación más realista de la situación… Ecologismo quiere decir, esencialmente, asunción de límites. Asumir los límites del cuerpo; los de la condición humana; los de la socialidad; los de la libertad y la capacidad de acción; los de la facultad de control; los de la técnica; los de los recursos naturales; los de los ecosistemas; los de la biosfera terrestre… (En este sentido, me diréis, no resulta tan diferente de las antiguas tradiciones sapienciales, y tenéis razón: el ecologismo presupone, y desarrolla, una ecosofía.) Pero, en la actualidad, cada vez que el ecologismo nos susurra al oído esas desagradables verdades, cada vez que nos dice “recuerda que eres mortal”, la “lección de cosas” encarnada (maquinizada) en elsmartphone que tenemos en ese momento entre las manos nos incita: “No hagas caso a esos cenizos. Tu máxima será NO LIMITS.” Hoy, la cultura dominante se halla a un paso de proponer el encierro de los pesimistas en campos de concentración…[6]



9

El obstáculo mayor –y es imponente— para que un discurso ecologista pudiera ganar mayorías es la generalizada tecnolatría que fomenta la cultura dominante. La encuesta “Perspectivas de futuro de la sociedad”, realizada en diciembre de 2013 (a una muestra de 1.200 españoles y españolas mayores de 18 años), mostró que el 92% creía probable que, en los próximos veinte o treinta años, haya de reducirse drásticamente el uso de combustibles fósiles, ya sea por agotamiento de los recursos o para evitar un cambio climático catastrófico. Pero de esa gente, sólo el 23’8% cree que habrá escasez de energía y crisis económica (es decir, apenas una de cada cinco personas del total). El resto confía en que las energías renovables, o las energías renovables más la energía nuclear, o las energías renovables más la energía nuclear más nuevos inventos que no se sabe cuáles son, pero que sin duda estarán ahí a tiempo para evitar la escasez de energía, permitirán continuar con elbusiness as usual.[7]



Ésa es la fe ciega en la tecnología que está velando los ojos de la mayoría social; y se trata de una fe irracional (como cualquier persona versada, en este caso, en asuntos de energía puede atestiguar), pero sumamente poderosa. A mí esto me recuerda la situación en la Alemania de Hitler, al final de la guerra… Se estaba perdiendo en todos los frentes, pero la victoria final estaba asegurada, porque ¿quién podía dudar que los científicos arios estaban desarrollando armas secretas de todas clases, que iban a invertir la situación transformando la derrota en victoria?



A fin de cuentas, quizá mañana terminemos de ver que el smartphone derrotó al movimiento ecologista.[8]



10

Donde nos haría falta la revolución cultural de la sustentabilidad (véase por ejemplo el sintético planteamiento de Ricardo Almenar en El fin de la expansión), lo que tenemos es Candy Crush en cada pantalla retroiluminada: el Brave New World de la tecnociencia.



Nos resulta más fácil aceptar el fin del mundo que el fin del smartphone. Quizá porque nadie puede ya concebir un mundo sin este chisme, la disyuntiva entre socialismo o barbarie no admite ya resolución más que a favor del segundo término.



Fantasean con un mundo de ingenieros informáticos, actrices, banqueros, blogueras, trendsetters, diseñadoras y sobre todo turistas, muchos cientos de millones de turistas… Y lo que tendremos en vez de eso es un mundo de campesinos diezmados y paupérrimos.



En medio del derrumbe, y de la violencia indecible que aparejará, el ejecutivo bancario mirará su inerte smartphone de última generación y lamentará amargamente no haber aprendido a plantar patatas.


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[1] Una primera versión de este texto se publicó en la sección “En sus propias palabras” de Ínsula 819, marzo de 2015, p. 39-40

[2] Discurso pronunciado durante la fiesta del sexagésimo cumpleaños de Max Planck, en abril de 1918; ahora enAlbert Einstein: el libro definitivo de citas, Plataforma Editorial, Barcelona 2014

[3] Brown dirige el Center for Environmental Policy de la Universidad de Florida, y es uno de los más distinguidos expertos mundiales en el análisis de sistemas en términos emergéticos, sí, “emergéticos” con eme, adjetivo procedente del sustantivo emergy: véase por ejemplo http://www.cep.ees.ufl.edu/emergy/resources/presentations.shtml

[4] Seguía argumentando: “En los últimos años hemos ido [las y los ecologistas] a todo tipo de espacios, desde foros cristianos de base a sindicatos. Y cuando tienes tiempo para poner estas cosas encima de la mesa la gente lo entiende. Es perfectamente capaz de entenderlo. Si algo tienen los planteamientos de la economía ecologista y feminista es que son tan cercanos y tienen tanto que ver que son más fáciles de entender que cuando pretendemos que la mayoría entienda qué es la prima de riesgo o la Bolsa.” Yayo Herrero, “La confluencia se alcanzará; lo contrario rompería con la lógica de Podemos”, entrevista en eldiario.es, 13 de diciembre de 2014. Puede consultarse en http://www.eldiario.es/politica/Yayo-Herrero-confluencia-impulsado-Podemos_0_334217225.html

[5] Comunicación personal, 13 de diciembre de 2014. En el mismo intercambio, Mª Eugenia Rodríguez Palop apuntaba: “Creo que la vía más apropiada para conectar con la gente es la de subrayar la vinculación de la ecología con la violación de los derechos humanos (correctamente reformulados, porque si no, no se entiende) y la necesidad de rescatar el bien común de las pretensiones depredadoras del sistema económico-político al uso. El esfuerzo debería ser el de denunciar simultáneamente las cuestiones ecológicas y las sociales…algo que se nos ha resistido, en parte, porque, en ocasiones, se ha practicado el autismo tanto entre ecologistas como entre activistas por los derechos humanos. Con el asunto del cambio climático, por ejemplo, no me parece que se haya logrado denunciar ambas cosas, como no se logra, habitualmente, con el tema de la gestión del agua (excepto en algunas regiones del planeta – justicia ambiental) o con la contaminación…Imagino que hay, además, otras vías, pero me parece que establecer CLARAMENTE la relación que hay entre la crisis ecológica y la vulneración de derechos civiles, políticos y sociales (y no solo de derechos sociales), es un camino interesante.”

[6] Desde la gran prensa se recomienda “evitar el contacto con las personas pesimistas y desmotivadoras, ya que esta clase de dinámicas mentales son altamente contagiosas”. Francesc Miralles, “Lo peor que puede pasar”, El País Semanal, 30 de noviembre de 2014, p. 22.

[7] Mercedes Martínez Iglesias, “No tan ricos, pero aún muy consumistas”, ponencia en el Simposio internacional “¿Mejor con menos? Decrecimiento, austeridad y bienestar”, 6, 7 y 8 de octubre de 2014, Facultat de Ciències Socials de la Universitat de Valencia.

[8] En cuanto a las ilusiones sobre la “desmaterialización” que traerían consigo las TIC, véase el dossier La huella del consumismo tecnológico preparado por José Bellver, Daniel López Marijuán, Fernando Cembranos y Juan José Castillo (FUHEM, diciembre de 2013; disponible en (https://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Dossier/Dossier_La-huella-del-consumismo-tecnologico.pdf )

Un ejemplo, donde se compara la lectura de prensa en papel y en pantalla: “En cuanto a los medios de información digitales, a pesar del notable aumento en su número de lectores en detrimento de la prensa escrita, tampoco están muy claras aquí las ventajas ambientales de leer las noticias por internet frente a un periódico en papel. Según documenta Andrius Plepys, el impacto ambiental sería mayor en el medio digital una vez pasados 20 minutos y más amplificado aún si el lector o la lectora decidiese imprimir una o varias de esas noticias.” José Bellver (en la p. 11 del dossier) toma estos datos de A. Plepys, “The grey side of ICT”, Environmental impact assesment review núm. 22, 2002, pp. 509-523.

Otro ejemplo: “El físico Eric Williams, uno de los académicos que más contribuye hoy a desvelar esta cara oculta de las TIC, mostraba, en un estudio elaborado junto con Ruediger Kuehr para las Naciones Unidas, cómo la fabricación de productos electrónicos es altamente intensiva en el uso de recursos naturales, superando con creces a otros bienes de consumo. Según sus cálculos, la fabricación de un ordenador de sobremesa requiere al menos 240 kg de combustibles fósiles, 22 kg de productos químicos y 1,5 toneladas de agua. El peso en combustibles fósiles utilizados supera las cien veces el peso del propio ordenador, mientras que por ejemplo, para un coche o una nevera, la relación entre ambos pesos −de los combustibles fósiles usados en su fabricación y del producto en sí− es prácticamente de uno a uno” (p. 9; en este caso el estudio citado es R. Kuehr, y E. Williams, (eds.), Computers and the Environment. Understanding and Managing Their Impacts, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, 2003).


Blog de Jorge Riechmann: tratarde.org