sábado, 23 de mayo de 2015

Ritmo, memoria y comunicación

La mayor parte de las entradas del blog están dedicadas a los efectos biológicos dañinos y patológicos de los CEM para la salud. Poco hablamos de otra de las facetas que han supuesto una alteración social y vital profunda que nos ha llegado de la mano de las tecnologías de la comunicación inalámbrica tiene que ver, no podía ser de otro modo, con la comunicación y la intercomunicación en sentido amplio, con la forma de ser de nuestra sociedad.
La velocidad y disponibilidad de contenidos ha traído consigo grandes ventajas y comodidades, personas, laborales y colectivas. Por otro lado, ya advertía Saramago que en la era de las comunicaciones el hombre está más incomunicado que nunca.

Uno de los grandes servicios de las nuevas tecnologías tiene que ver con la memoria o, por ser más precisos, con la capacidad de almacenamiento de información que nos brindan los distintos soportes. Tras apenas haber transcurrido diez o quince de uso útil y mayoritario de ordenador y móvil a gran escala, ya nos parece imposible trabajar, vivir e incluso pensar como antes lo hacíamos: folios, anotaciones, cuadernos, fotocopias, agendas de teléfono. USB's, pdf.s, agendas electrónicas y la nube contienen ahora en gran medida los contenidos de nuestro trabajo y nuestra información personal. Yo misma, por ejemplo, abrí este blog en un primer momento como depósito de una información que "me estorbaba" en las carpetas de mi ordenador. Qué decir de las nuevas generaciones que ya padecen de un tipo de tendinitis específica del dedo pulgar que, para los más exagerados, posee implicaciones antropológicas y evolutivas.

El gran depósito cultural de la memoria ha sido la escritura y ya en la modernidad la escritura impresa. En otra época, esa fue la gran revolución de las comunicaciones. Pero ¿cómo funcionaban las antiguas sociedades de tradición oral? ¿cuál era su depósito de memoria colectiva, necesario para establecer y transmitir una mínima cohesión normativa en sus comunidades? ¿y qué implicaciones tenía la oralidad como modo de comunicación principal en esa forma de vida que hoy difícilmente podemos imaginar?

Eric. A. Havelock, en su libro, La musa aprende a escribir, (Barcelona, 2008, Paidós) reflexiona sobre cómo "cuando una sociedad depende de un sistema de comunicación enteramente oral dependerá, sin embargo, al igual que la nuestra, de una tradición expresada en enunciados fijos y transmisibles como tales. ¿Qué clase de lenguaje puede satisfacer esa necesidad sin dejar de ser oral? Parece que la respuesta está en un habla ritualizada (...) Ese lenguaje debe ser memorizado. No ha otra manera de garantizar su supervivencia. La ritualización se convierte en el medio de la memorización." (p. 110)

¿Cómo era posible transmitir colectivamente cantidades relativamente grandes de ese lenguaje fijo ritualizado correspondientes a los distintos asuntos de la vida cotidiana y pública? 

"La memoria se forma por repetición. El niño que prefiere que se le repita la misma historia desea ser capaz de recordarla, de contarla él mismo, entera o en parte, y así saborearla mejor. La repetición se asocia a una sensación de placer, factor de primera importancia para enteder la fascinación de la poesía oral. Pero con la mera repetición de contenidos idénticos no se llegará muy lejos. (...) La solución que descrubrió el cerebro del hombre primitivo fue convertir el pensamiento habla rítmica." (p.111).

El primer cajón de la memoria comunicativa lingüística (y no sólo musical) fue el ritmo. La hipótesis de Havelock no acaba aquí. El ritmo asociado al lenguaje a dio lugar al nacimiento de la poesía "que era originalmente el instrumento funcional de almacenamiento de información cultural para uso ulterior", esto es, el establecimiento de una tradición. En esa importante tarea, la funcionalidad y el placer de la repetición rítmica iban de la mano pues, "su finalidad recreativa es también original". 

Piensa Havelock que "hay razones para pensar que el ritmo, en sus diversas modalidades es el fundamento de todos los placeres biológicos -de todos los placeres naturales, el sexo incluido- y posiblemente también de los así llamados placeres intelectuales. Sea como sea, parece que su vinculación con la música y la danza, así como la parte que tiene en las respuestas motrices del cuerpo humano, son indiscutibles. De acuerdo con ello, las sociedades orales asignaban comúnmente la responsabilidad del habla conservada a una asociación entre poesía, música y danza." (p. 112).

 Santiago Auserón sale en busca de las hondas raíces de El ritmo perdido (Barcelona, 2012, Península), de su presencia emotiva, comunicativa y transgresora en épocas y civilizaciones. Habiendo crecido con ritmos negros cantados en lengua extranjera, Auserón se apercibe de la íntima relación que mantiene la triada ritmo-lenguaje-memoria y que está en el corazón comunicativo de las sociedades entendidas como culturas -que apunta Havelock, y se adentra en la selva de la historia para buscar cuáles son los nexos de las rítmicas negras con tradición hispana. En su libro-búsqueda nos cuenta cómo los ritmos y las letras viajan y se transforman de la mano, adentrándonos hasta el corazón de la península habitada por Alfonso X El Sabio.

Voy recogiendo velas para tratar de llegar a puerto. He querido sacar a escena estas -para mi- emocionantes alusiones a Havelock y Auserón para proponer una breve reflexión sobre el tipo de comunicación  que hoy rige la sociedad en la que vivimos y que en otros momentos ha regido otras sociedades de las que venimos. Salen a nuestro encuentro múltiples cuestiones de profundas implicaciones, pero que escapan al alcance de una pequeña entrada en un pequeño blog.

Regreso en este punto a lo que es el núcleo temático de este blog. Lo que paso a comentar no es del todo cierto, (pues los electrosensibles utilizamos -como es el caso- informática y telefonía por cable) pero sirva lo siguiente como propuesta para pensar. Cuando los electrohipersensibles nos enfrentamos por primera vez al hecho de serlo, nos vemos empujados al borde del precipicio de este modelo de comunicación. Se acaba el móvil, se limita mucho el ordenador, pero no sólo. También se limita enormemente el desplazamiento por nuestro entorno social, nuestros pueblos, ciudades y de aquellos entornos naturales invadidos por la radiación via satélite. Las calles, las plazas, los edificios, son los ríos electromagnéticos que posibilitan ese flujo informático inlámbrico infinito del que actualmente depende el depósito de la memoria colectiva. Por ello, también vemos limitado el espacio de la comunicación interpersonal y paradójicamente pasamos a depender del ordenador para poder hacerlo. Esto es lo que Javier Echeverría denomina como "tercer entorno", un escenario "que difiere profundamente de los entornos naturales y urbanos en los que tradicionalmente han vivido y actuado los seres humanos" ( 1999, pág 14). Echeverría lo identifica apenas como medio virtual y al que atribuye comparativamente los siguientes rasgos:

PRIMER Y SEGUNDO ENTORNO (E1 Y E2)
TERCER ENTORNO (E3)
PROXIMAL
DISTAL
RECINTUAL
RETICULAR
MATERIAL
INFORMACIONAL
PRESENCIAL
REPRESENTACIONAL
NATURAL
ARTIFICIAL
SINCRÓNICO
MULTICRÓNICO
EXTENSIÓN
COMPRESIÓN
MOVILIAD FÍSICA
FLUENCIA ELECTRÓNICA
CIRCULACIÓN LENTA
CIRCULACIÓN RÁPIDA
ASENTAMIENTO EN TIERRA
ASENTAMIENTO EN EL AIRE
ESTABILIDAD
INESTABILIDAD
LOCALIDAD
GLOBALIDAD
PENTASENSORIAL
BISENSORIAL
MEMORIA NATURAL INTERNA
MEMORIA NATURAL EXTERNA
ANALÓGICO
DIGITAL
DIVERSIFICACIÓN SEMIÓTICA

INTEGRACIÓN

SEMIÓTICA
HOMOGENEIDAD
HETEROGENEIDAD
NACIONALIDAD
TRANSNACIONALIDAD
AUTOSUFICIENCIA
INTERDEPENDENCIA
PRODUCCIÓN
CONSUMO
J.Echeverría , 1999, pág 145


Dice Javier Echeverría que en la actualidad "emigramos al tercer entorno", por ejemplo, desde una habitación, que él identifica como "segundo entorno". Sin embargo, los electrohipersensibles sabemos bien que una habitación, una calle, un teatro, un parque, físicamente, ya no son "segundo entorno" en la mayoría de las ocasiones. Podría serlo, si la tecnología no utilizara la conexión inalámbrica como modelo energético del que depende para funcionar. Por contra, somos nosotros los que nos vemos excluidos de este segundo-tercer entorno y obligados a emigrar de manera forzosa al "primer entorno", eso teniendo suerte y en el mejor de los casos, si es que se consigue; pues poca gente se imagina lo difícil que eso puede llegar a ser. Y con ello, además, nos convertimos en exiliados del actual modelo colectivo de comunicación.

Perdónenme los vaivenes argumentativos. Pero quiero acabar enlazando brevemente una cita de Havelock y un alegato final al valor profundo de las artes. Vivo en un país, España, en el que la cultura, después de haber sido uno de los grandes motores vitales de nuestra incipiente sociedad democrática, ha pasado a estar apartada del núcleo de las políticas sociales importantes (incluido el sistema educativo, en el que, entre otras muchas cuestiones, la Filosofía está siendo desmantelada) y políticamente penalizada con un 21% de IVA. Saben bien lo que hacen. Decía Auserón, en alguna parte, que los verdaderos materiales, los verdaderos soportes son la palabra, el ritmo y la danza. El peligro de la cultura vinculada a la memoria tradicional es que deviene una forma de sensibilidad colectiva y de pensamiento no caduca e inexpropiable.

Dice Havelock que "el término "información" da cuerpo a una metáfora prestada del lenguaje de la cultura humana y aplicada retrospectivamente al proceso genético. De ahí que, si bien desde un punto de vista la acumulación cultural se pueda explicar mediante la analogía de la acumulación genética, desde otro pnto de vista la evolución genética se explica por la analogía de la evolución cultural." (Havelock, p. 90-91). Pues bien, lejos de ser un elemento vinculado al placer y a la acumulación genética y cultural, el malestar físico de los electrohipersensibles (y no sólo malestar, sino las patologías -el informe REFLEX-EU nos explica que los CEM-telecomunicaciones es genotóxico, pues rompe enlaces simples y dobles de ADN a niveles de radiación muy inferiores a los permitidos)  apunta a una incompatibilidad biológica de nuestro actual sistema de comunicación y memoria inalámbricas con el primer elemento de nuestro organismo social: el cuerpo. La contaminación electromagnética altera la información genética y biológica de nuestro cuerpo. Incompatibilidad de la que nosotros somos un mero síntoma que nos trasciende ya que, aunque físicamente el resto de personas no lo perciban todavía (la EHS ya afecta al 2 - 3 % de la población), afecta al conjunto de la salud de la población, tal y como, tratamos de contar en este blog. Siguiendo el motivo de reflexión que hoy proponemos, la incompatibilidad no sería sólo de orden biológico, si no también rítmica, pues la velocidad y la cantidad de los contenidos disponibles desbordan nuestra capacidad de asimilación, disfrute y reflexión. No es posible ni repetir, ni bailar, ni captar el ritmo, no hay logos-rítmico.

"¿Por qué medios se puede enseñar y encomendar la tradición general al conjunto de la población, de modo que la comparta y viva según ella? Una primera ayuda a este fin reside ya en la técnica empleada. Sus ritmos son biológicamente placenteros, especialmente cuando se hallan reforzados por cantos musicales, por la melodía y por los movimientos corpóreos de la danza. Cuando se realiza en coro, la danza posee además la ventaja de involucrar a grupos enteros en recitaciones compartidas y, por ende, en la memorización compartida, práctica ésta que continuó informando y guiando las costumbres de Atenas hasta la época de Pericles."(Havelock, p. 116)






Poema a la duración (P. Handke, Vivir sin poesia, Madrid, 2009, Bartleby Editores).

"Sí, este objeto, del que con los años nace la duración,
es insignificante en esencia,
no merece la pena hablar de él,
pero sí fijarlo mediante la escritura:
porque tiene que ser lo principal para mi
Tiene que ser mi verdadero amor.
Y debo
practicar mi amor,
indefectiblemente, durante años y años,
para que surjan en mi los momentos de duración,
y otorguen a mi rostro rígido una acuñación
y sitúen un corazón en mi pecho vacío.
Concentrándome en el objeto,
aquello que me ama y es lo principal,
impidiendo así su caducar,
me es posible sentir, tal vez,
tan sólo de modo imprevisto,
el estremecimiento de la duración;
siempre en lo accesorio,
al cerrar una puerta con cautela,
al pelar cuidadosamente una manzana,
al atravesar atentamente un umbral,
al inclinarme a recoger un hilo."

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